Estoy hablando del libro del colombiano Mario Mendoza titulado Satanás.
A ver, el libro está basado en un hecho histórico real que sucedió en Colombia: la masacre de Pozzeto. Cuenta la historia del asesino Campo Elías Delgado y la vida de tres de sus víctimas ficticias: María, una muchacha huérfana que se dedica a estafar a ejecutivos; el padre Ernesto, quien a pesar de ser un miembro muy respetado de su comunidad no se siente parte de ella y Andrés, sobrino de Ernesto, artista a quién lo acosan unas imágenes escalofriantes y proféticas cada vez que pinta un retrato.
La trama es muy intensa. Al principio, no comprendía muy bien de qué se trataba el libro, ya que alternaba entre María, el padre Ernesto y Andrés y desarrollaba los diversos problemas a los que estos tres personajes se enfrentaban, pero no encontraba el común denominador hasta que aparece Campo Elías. Sin embargo, el escritor es tan increíble que yo pienso que no solamente habla de un crimen que asoló a un país, sino que se habla mucho del bien y del mal. El libro me hizo plantearme muchísimas cosas acerca de cómo está nuestra sociedad en la actualidad, sobre cómo a donde vamos la maldad está más a flote que nunca y lo vemos todos los días, cuando prendemos la tele y en el noticiero vemos asesinatos, robos, violaciones y un montón de cosas más. Lo vemos en la calle, cuando nos encontramos con mendigos, niños desnutridos, madres solteras y en la calle. Lo notamos con la creciente inseguridad en todos lados. Es impresionante lo mucho que me hizo reflexionar acerca de nuestro día a día, sobre qué nos está pasando, por qué hay cada vez más intolerancia hacia el que es diferente, cada vez menos empatía hacia el que necesita y cada vez más egocentrismo porque solamente importamos nosotros y nuestro bienestar. La trama tiene muchísimas cosas para pensar y hablar, me fascinó. Sin embargo, es una pena que una adolescente de 17 años como yo sin la formación necesaria pueda hacer un análisis más profundo que este.
"No sé qué es lo que está pasando de un tiempo para acá. Sospecho que la humanidad se desmorona, que está siendo vencida y derrotada por fuerzas descomunales."La narración es extremadamente fluida sin dejar de ser compleja. No se si me estoy explicando correctamente, pero Mario Mendoza goza de un vocabulario increíble que te transporta no sólo a las calles de Colombia, Bogotá, sino hacia la mente del personaje, los cuales cobran vida propia a través de cada palabra. No es pesado, te atrapa al instante y realmente te impacta. No les puedo explicar cómo me voló la cabeza este libro, chicos. Es increíble.
"Porque la vida se nos va haciendo rostro, continúa diciéndose Andrés, y tanto nuestra debilidad más vergonzosa como nuestra primera sobreabundancia de fuerza van quedándose reflejadas en el brillo de los ojos, en la manera de torcer los labios para sonreír, en los pliegues diminutos que forma la piel en el centro de la frente, en la luz que ilumina las mejillas o en la opacidad que ensombrece de manera siniestra todo el conjunto. Por eso en el arte del retrato hay algo de adivinanza, se trata de armar el mapa de una vida, es un trabajo para cartógrafos y clarividentes."
Los personajes, como dije anteriormente, cobran vida propia. Cada uno tiene su propia historia, sus antecedentes, sus sueños, sus metas, sus preocupaciones. Y me pongo a pensar que cómo se nota que pocas veces o casi nunca he leído personajes así porque realmente me impactaron. Leí por ahí que el nombre del libro tiene que ver con las diferentes tentaciones que sufren los personajes y con la decisión de Campo Elías de volverse un ángel exterminador. Sinceramente, pude meterme en cada una de sus vidas y la hice tan mía como de ellos. Mi personaje preferido, por mucho, es Andrés. Me encanta su capacidad de reflexión, es lo que más me atrae, su pasión por la pintura y que ésta importe mucho más que una mujer. No sabría explicarlo, pero me encanta.
"Y lo peor es no estar seguro de nada, se dice Andrés mentalmente, no haber sido testigo de un hecho grave e irremediable, sino tener que vivir a punta de suposiciones, hipótesis y conjeturas. Acaso sea ésa la razón por la cual el celoso se vuelve detective, un policía que va en busca de una verdad sombría, dañina y escurridiza. No obstante, más allá de sus celos personales, se pregunta por las bases que sostienen el apego de un cuerpo a otro cuerpo. ¿Por qué quedamos atrapados, presos, en la piel de alguien a quien amamos? ¿Por qué creemos que alguien puede ser nuestro, como si fuera un objeto adquirido en un almacén o en un supermercado? ¿Por qué sufrimos tanto imaginándonos al otro gozando en brazos ajenos? ¿No es responsabilidad de cada quien lo que hace o deja de hacer con su cuerpo?"
Y al personaje que más odié, lógicamente, fue Campo Elías. Incluso metiéndome en su cabeza, no pude comprender qué fue lo que le llevó a cometer semejante atrocidad. No por el autor, sino porque no me entra en el cerebro cómo puede ser que alguien esté tan mal como para creerse juez y verdugo de todo el mundo. ¿Quiénes somos para juzgar? ¿Quiénes somos para decidir sobre la vida de otra persona? Y no solamente eso, este señor parece que cree que si no tuviste una vida llena de dificultades y de lucha por supervivencia, no mereces vivir. Me llenó de furia darme cuenta de que existe gente así, aunque no lo lleve a esos extremos, que se cree con la capacidad de decidir sobre la vida de los demás. Incluso aunque tengamos una vida perfecta, nadie puede venir a asesinarnos porque la suya haya sido difícil. Aunque suene lógico y hasta estúpido, hay gente que lo cree, que lo piensa, que realmente vive resentida con la vida y por eso entrega maldad a las personas, quizá porque haya sido lo único que ha recibido, pero nadie tiene la culpa. ¿Qué nos está pasando?
"Al preguntársele dónde quedaba entonces el Infierno, la bruja respondió que la Tierra y el Infierno eran una misma cosa: lugar de padecimiento y de dolor, rincón de desdicha y de miseria (...) El padre Ernesto siente las frases como cuchillos, como vidrios cortantes que le abren el pensamiento. Las palabras de la mujer se ajustan a la perfección a las sensaciones que lo vienen invadiendo desde semanas atrás y que le han impedido vivir con tranquilidad y desempeñar cabalmente sus funciones como sacerdote. El triunfo del mal. ¿Por qué no? ¿No bastaba una caminata por la ciudad para darse uno cuenta de que estaba deambulando por entre círculos infernales? ¿No eran los rostros de los mendigos, de los locos, de los solitarios, de los prisioneros, de los suicidas, de los asesinos, de los terroristas, de los hambrientos, testimonios abiertos del reino de las sombras? Recinto de desgracia y de miseria. Sí, así era, sin duda."Finalmente, para concluir, otra de las reflexiones que me produjo este increíble libro, es sobre la finitud de nuestra vida. Es acerca de cómo podemos morir al minuto siguiente, ¿no? Es decir, todas aquellas víctimas se despertaron en la mañana pensado que sería un día común y corriente como cualquier otro, decidieron que querían ir a cenar a un restaurante para compartir con sus amigos o familia y sin siquiera pensarlo, dejaron de existir. Murieron sin la oportunidad de defenderse o siquiera despedirse de sus seres queridos, con un millón de metas inconclusas y sueños por cumplir. Los dejo con una frase de Andrés, y mi puntuación, lógicamente es 100/100.
"Andrés observa la lámina de cerca y de lejos, y llega a urdir una hipótesis sobre la obra: más que pintar una muerte específica (la del apóstol Pedro), Caravaggio inmortalizó en ese lienzo la imposibilidad de defendernos de un final que nos coge por sorpresa y nos recuerda en nuestros últimos días la bajeza de nuestra infortunada condición humana."
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